Caminar en unidad, caminar juntos 

“Caminar juntos” se ha convertido en una frase popular en los círculos de la iglesia, que a menudo simboliza un deseo de unidad en medio de las diferencias. Si bien la idea tiene mérito, plantea preguntas cruciales: ¿caminar juntos a pesar de qué diferencias? ¿Caminar en qué dirección? ¿Caminar cómo? La unidad no se trata solo de permanecer juntos; debe estar arraigada en un propósito y una dirección compartidos, fundamentados en la Palabra de Dios y Sus caminos.

Las Escrituras ofrecen mucha información sobre lo que significa “caminar”. Aunque la frase “caminar juntos” no es directamente bíblica, Amós 3:3 plantea una pregunta directa: “¿Andarán dos juntos si no están de acuerdo en encontrarse?” El acuerdo es esencial para la verdadera comunión. Caminar con Dios no es casual ni indefinido; es deliberado, con un propósito y profundamente arraigado en la obediencia a Él.

La Biblia usa la imagen de caminar para describir la vida de fe. Enoc caminó con Dios. Noé caminó sin culpa en su generación. Abraham e Isaac caminaron delante de Dios. El modelo es claro: caminar con Dios requiere fidelidad, rectitud y un corazón puesto en Él. En Deuteronomio, Dios llama repetidamente a su pueblo a andar en sus caminos, obedecer sus mandamientos y rechazar los caminos de las naciones que lo rodean. Andar con Dios es alinearnos con su santidad y verdad.

Este llamado no es solo un tema del Antiguo Testamento. Jesús, como "el Camino", redefine el caminar con Dios a través del discipulado. Seguirlo significa tomar nuestra cruz y dejar atrás las comodidades del mundo. Pablo habla de andar por el Espíritu, no gratificando los deseos de la carne. Andar en amor, luz y sabiduría se convierte en el sello distintivo de una vida transformada por Cristo.

El mundo a menudo confunde la unidad con el compromiso; esto puede infiltrarse en el pensamiento de la Iglesia. La unidad no se trata de ignorar las diferencias o diluir la verdad para mantener la paz. Pablo advierte contra estar en yugo desigual con los incrédulos, preguntando: "¿Qué compañerismo tiene la luz con las tinieblas?" La unidad debe estar basada en la fidelidad compartida a Cristo. Cuando la iglesia prioriza la aceptación amplia sobre la verdad bíblica, pierde su dirección. Jesús mismo dijo que el camino a la vida es angosto, no ancho.

Caminar juntos solo tiene sentido si caminamos con Jesús. La comunión surge naturalmente de caminar en la luz, como escribe Juan: “Si caminamos en la luz, como Él está en la luz, tenemos comunión unos con otros”. La unidad es el subproducto de una búsqueda compartida de la santidad, no al revés.

Sin embargo, caminar con Jesús también exige humildad y amor. El llamado de Miqueas —“practicar la justicia, amar la misericordia y humillarte ante tu Dios”— no es opcional. Estas cualidades moldean la manera en que caminamos con los demás, incluso en medio del desacuerdo. Pero el amor no significa abandonar la verdad. Significa aferrarse a Cristo mientras extendemos la gracia a los demás.

La iglesia no debe confundir caminar juntos por el bien de la unidad como el objetivo final. La Escritura lo deja claro: caminar fielmente con Dios es nuestra prioridad. Si otros se alejan del evangelio o de la autoridad de la Escritura, nuestra lealtad permanece con Cristo. La unidad que ignora la verdad de Dios no es unidad en absoluto.

Así que caminamos, no sin rumbo fijo, ni guiados por los vientos del cambio cultural, sino con un propósito, con Jesús en el centro. Caminamos con humildad, amor y obediencia, manteniéndonos cerca de la Luz del Mundo. La unidad es preciosa, pero la fidelidad a la Palabra de Dios es esencial. La verdadera comunión surge de caminar primero con Él.