La adoración importa... 

¿Alguna vez te has encontrado saliendo de un servicio y te has dicho a ti mismo: “El culto fue genial, no puedo esperar a que llegue la próxima semana”? O tal vez hayas tenido la reacción opuesta: “Me encanta esta iglesia, pero el culto no fue mi favorito…”. No importa en qué situación te hayas encontrado, todos podemos admitir que a veces equiparamos el culto con la música que cantamos un domingo por la mañana.

Nuestra perspectiva del culto a menudo se limita a lo que experimentamos en la iglesia. Pero la Escritura es clara acerca de lo que es el culto: se extiende mucho más allá de nuestras canciones. El culto es una expresión íntima de gratitud por las misericordias de Dios que ha dado a su pueblo. Y cantar es solo un aspecto de cómo adoramos. El verdadero culto sucede cuando vivimos una vida de sacrificio, cuando adoramos como un estilo de vida.

Un sacrificio vivo
Pablo tenía una comprensión firme de lo que significaba adorar cuando escribió a la iglesia romana. En Romanos 12, Pablo escribe:

“Así que, hermanos, tomando en cuenta las misericordias de Dios, os ruego que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto”.

Pablo hizo un llamamiento a la iglesia de Roma con la verdad de que la adoración debe ser una ofrenda sacrificial a Dios. ¿Qué sacrificamos? Sacrificamos nuestras vidas a Dios. Sacrificar tiempo reservando momentos para ayudar a quienes nos importan es una expresión de adoración. La adoración es sacrificar nuestro dinero al dar constantemente a la iglesia local o pagar la cuenta de un amigo. También es ofrecer nuestros dones y talentos para ayudar a los demás. Estamos llamados a vivir un estilo de vida de adoración, no apartando porciones de nuestra semana para la adoración, sino viviendo en un estado constante de adoración, sabiendo que cada momento puede ser un acto de servicio a Dios.

Entonces, ¿cómo es adorar con nuestras vidas?

Adoración sacrificial
Adoramos en Espíritu y en verdad. En Juan 4:23, Jesús habló con una mujer samaritana que se convertiría en la primera evangelista del ministerio de Jesús. En este pasaje, Juan registra las palabras de Jesús mientras le enseñaba a la mujer cómo adoramos. Jesús dijo:

“Pero viene la hora, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Sí, el Padre quiere que tales personas lo adoren. Dios es Espíritu, y quienes lo adoran deben adorar en espíritu y en verdad”.

Adorar en Espíritu y verdad significa que somos guiados por el Espíritu y estamos cimentados en la verdad de las Escrituras. Necesitamos al Espíritu: él se mueve en nosotros, nos enseña a adorar, nos hace madurar y nos arraiga en la verdad. La adoración sacrificial comienza con nuestra relación con el Espíritu. Pero, ¿cómo, exactamente, nos ayuda a adorar? En Romanos 12:2, Pablo dice:

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento…”

La adoración comienza con la transformación interna. La renovación de la mente no proviene de la superación personal ni del próximo gran podcast de autoayuda. El Espíritu Santo es quien nos cambia. A través de su poder, experimentamos la transformación de nuestras mentes, deseos y acciones. Adoramos en Espíritu y verdad al rendirnos al Espíritu Santo y permitirle trabajar en nuestros corazones. Cuando lo hacemos, le permitimos que nos cambie, lo que nos permite ofrecernos por completo a Dios.

Adoración santa
Nuestra adoración debe ser santa o apartada. Pablo no nos llama a adorar de manera perfecta, sino a ofrecer una adoración holística. Como seguidores de Jesús, la forma en que servimos, damos y amamos son todas expresiones de nuestra adoración.

A menudo nos distraemos con las formas del mundo y perdemos de vista hacia dónde orientamos nuestra adoración. Un ejemplo es cómo nuestras mentes a menudo son esclavas de cualquier forma de estimulación o entretenimiento. Podemos pasar incontables horas viendo Netflix o navegando por nuestros teléfonos inteligentes y, antes de que nos demos cuenta, hemos dedicado la mitad de nuestro día al consumo sin sentido. Pero Pablo nos recuerda que en nuestra adoración no debemos “conformarnos a este siglo”. Nuestra devoción a Dios debe abarcar todo, lo que significa que no podemos permitir que el pecado corra desenfrenadamente en nuestras vidas. En cambio, debemos vivir de una manera que demuestre que nuestras vidas pertenecen a Dios.

Adoración agradable
Nuestra adoración debe agradar a Dios. Él quiere que le ofrezcamos nuestras alegrías, luchas, éxitos y dificultades. Lo agradamos cuando nos alejamos del egocentrismo hacia una vida centrada en Dios. Al hacerlo, comenzamos a ver que sus caminos son mucho mayores que los nuestros. Nuestros deseos y aspiraciones comienzan a alinearse con los suyos. Pablo comenta sobre esta transformación en Romanos 12:2 diciendo:

“… para que puedan comprobar cuál sea la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios”.

La adoración comienza con la transformación interna. La renovación de la mente no proviene de la superación personal o del próximo gran podcast de autoayuda. El Espíritu Santo es quien nos cambia. A través de su poder, experimentamos la transformación de nuestras mentes, deseos y acciones. Adoramos en Espíritu y verdad al rendirnos al Espíritu Santo y permitirle trabajar en nuestros corazones. Cuando lo hacemos, le permitimos que nos cambie, lo que nos permite ofrecernos por completo a Dios.

Adoración santa
Nuestra adoración debe ser santa o apartada. Pablo no nos llama a adorar de manera perfecta, sino a ofrecer una adoración holística. Como seguidores de Jesús, la forma en que servimos, damos y amamos son todas expresiones de nuestra adoración.

A menudo nos distraemos con las formas del mundo y perdemos de vista hacia dónde orientamos nuestra adoración. Un ejemplo es cómo nuestras mentes a menudo son esclavas de cualquier forma de estimulación o entretenimiento. Podemos pasar incontables horas viendo Netflix o navegando por nuestros teléfonos inteligentes y, antes de que nos demos cuenta, hemos dedicado la mitad de nuestro día al consumo sin sentido. Pero Pablo nos recuerda que en nuestra adoración, no debemos “conformarnos a este siglo”. Nuestra devoción a Dios debe abarcar todo, lo que significa que no podemos dejar que el pecado corra desenfrenado en nuestras vidas. En cambio, debemos vivir de una manera que muestre que nuestras vidas pertenecen a Dios.

Adoración agradable
Nuestra adoración debe agradar a Dios. Él quiere que le ofrezcamos nuestras alegrías, luchas, éxitos y dificultades. Lo agradamos cuando nos alejamos del egocentrismo hacia vidas centradas en Dios. Al hacerlo, comenzamos a ver que sus caminos son mucho mayores que los nuestros. Nuestros deseos y aspiraciones comienzan a alinearse con los suyos. Pablo comenta sobre esta transformación en Romanos 12:2 diciendo:

“… para que puedan comprobar cuál sea la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios”.

Pablo dice que cuando vivimos un estilo de vida de adoración, nos alineamos con el Espíritu Santo y conocemos y nos deleitamos en la voluntad de Dios. La adoración nos conecta con nuestro creador; Nos cambia y nos hace más parecidos a Cristo.

Entonces, ¿cómo adoramos como estilo de vida? Vivimos una vida de sacrificio. Dedicamos cada día a Dios. Adoramos en Espíritu y en verdad de una manera que es santa y agradable a Dios. La música que cantamos nos conmueve y nos permite expresar alabanza de una manera única y creativa. Pero la música no es el medio principal de adoración; nuestras vidas son el vehículo definitivo de adoración a nuestro salvador. ¿Cómo adoras? ¿Cómo estás dedicando tu vida a la entrega a Dios?