el amor lo cuesta todo 

 No se puede hablar de amar a Dios sin un costo porque el sacrificio es una de las características del amor genuino. Te sacrificarás por quien amas. Dios amó al hombre y sacrificó a su Hijo por la redención del hombre.
 
Como personas a quienes la preciosa sangre de Jesús ha redimido, se espera que correspondamos el amor que Dios nos ha mostrado. Y lo hacemos no con un “amor de labios para afuera”, sino con un “amor de acción y servicio”. Este no es un amor impulsado por lo que quieres obtener de Dios, sino uno que busca maneras de mostrar (en términos prácticos) amor a Dios.
 
Sacrificio es renunciar a algo valioso o importante por alguien o algo. El amor genuino a Dios no está exento de sacrificio. Podría ser sacrificar su tiempo, su persona, su fuerza, su energía, su comodidad, su dinero, sus recursos o su intelecto. El verdadero sacrificio implica servir y dar.
 
El amor en el reino de Dios es acción más allá de las palabras y los sentimientos. Nuestras palabras y sentimientos deben ir acompañados de actos viables. Si dices amar a Dios, debería costarte algo.
 
Es importante saber que no estoy hablando de pagar otro sacrificio por tu salvación. Porque la salvación nos ha sido dada gratuitamente. Costó la sangre de Jesucristo. Por lo tanto, cuando hablo de que el amor te cuesta, hablo de que correspondes tu amor a Dios.
 
Como dice la Escritura: “Le amamos porque él nos amó primero”. 1 Juan 4:19
 
Ahora que lo pienso, “¿Tu fe en Dios sólo le cuesta a Dios?
 
Para muchos creyentes, este es el caso. No pueden señalar nada en sus vidas que hayan perdido o sacrificado debido a su fe en Jesucristo.
 
Alguien como el apóstol Pablo entendió esta verdad. Por eso dijo:
 
*Conocerlo verdaderamente significaba dejar ir todo de mi pasado y tirar todas mis alardes a la basura. Ahora todo es como un montón de estiércol para mí, para poder enriquecerme en la realidad de conocer a Jesucristo y abrazarlo como Señor en toda su grandeza.*
Filipenses 3:8 TPT
 
Debido a su amor por Cristo, el apóstol Pablo sacrificó su carrera para convertirse en fariseo. Sacrificó sus privilegios judíos, amigos y muchas cosas para seguir a Jesucristo.
 
Creo que alguien como David entendió esta verdad, por eso dijo: “…ni ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada…” (2 Samuel 24:24).
 
El verdadero cristianismo no es un llamado a la conveniencia; más bien es un llamado a la incomodidad y a la negación de uno mismo para hacer avanzar el Reino de Dios en la tierra.
 
Los primeros Apóstoles y nuestros padres de la fe comprendieron esta verdad. Los misioneros que llevaron el evangelio a África también entendieron esta verdad. Por eso podrían poner en peligro sus vidas, sacrificar sus trabajos, sus familias y la comodidad del país, y venir a la jungla de África a predicarnos el evangelio.
 
¿Cuál fue su motivación? Tenían amor por Dios y amor por el pueblo de África. Por eso predicaron y murieron en nuestra costa.
 
Nuestro Señor Jesucristo fue en realidad el primero en enfatizar la necesidad del amor sacrificial como una de las condiciones para seguirlo.
 
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque cualquiera que quiera salvar su vida, la perderá; y cualquiera que pierda su vida por causa de mí, la encontrará.
Mateo 16:24-25.
 
Tu amor por Dios debería costarte algo. Ésa es la naturaleza del amor ágape; se llama sacrificio.
 
Todo ministro del evangelio debe comprender esta verdad. El ministerio no es un llamado al beneficio propio sino un llamado impulsado por el amor a Dios y al evangelio, que debe ir acompañado de sacrificio. De hecho, el verdadero trabajo ministerial es sacrificio.
 
Cada ministro genuino del evangelio que ves se está sacrificando más allá de lo que pueden decirte debido a su amor por Dios y la humanidad. Esta es una de las razones por las que las Escrituras amonestan a la Iglesia a honrar y respetar a los ministros del evangelio; es simplemente por su sacrificio.
 
Los ancianos que gobiernan bien sean tenidos por dignos de doble honor, especialmente los que trabajan en la palabra y la doctrina.
1 Timoteo 5:17
 
No puedes pretender amar y servir a Dios sin ningún tipo de sacrificio, y el primer sacrificio que exige tu amor a Dios es tu ser completo: espíritu, alma y cuerpo.
 
Así que os ruego, hermanos, por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Romanos 12:1