Prepárate para la época de la cosecha 

Jesús es el Señor de la cosecha y nos llama a ayudarlo a traer Sus cosechas de los últimos tiempos, la mayor cosecha de almas que el mundo haya visto jamás. Kairos es una palabra griega utilizada en la Biblia para representar una temporada, oportunidad u ocasión única y una temporada específica del favor de Dios. Entendemos que significa un tiempo fijo, específico, correcto o señalado (Mateo 13:30; Marcos 1:15; Lucas 1:20, 12:42; 2 Corintios 6:2; Gálatas 6:9). El apóstol Pablo nos insta en Efesios 5:16 a aprovechar el tiempo.

Los momentos de Kairos no se conocen con precisión, pero ocurren según la voluntad y el tiempo de Dios. Desde el comienzo de la iglesia primitiva, los cristianos han creído que Cristo vendría pronto. Pero somos nosotros los que vivimos en un tiempo de cumplimiento de la profecía sobre el regreso de Cristo.

Antes de que Cristo ascendiera al cielo, Jesús mismo nos dio lo que llamamos la Gran Comisión. Esto es lo que nosotros, como cuerpo de Cristo, Su iglesia, debemos estar haciendo hasta el momento en que Él regrese.

“Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todas las cosas que os he mandado; y he aquí, yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos”. Amén. Mateo 28:19 – 20

¡Hemos escuchado palabras proféticas sobre un derramamiento del Espíritu de Dios en estos últimos días (Hechos 2:16-21), que marcará el comienzo de un gran despertar, avivamiento y una cosecha de mil millones de almas! Necesitamos discernir los tiempos y las estaciones en las que nos encontramos y las profecías correctas para hoy. Como personas proféticas, debemos centrarnos en lo que Dios está haciendo y diciendo porque Dios no hace nada excepto revelarlo primero a Sus profetas (Amós 3:7).

Dios tampoco hace nada en la tierra excepto a través del hombre (Salmo 115:16). Dios siempre le ha dicho a su pueblo que declare y revele su gloria a todas las naciones (Salmo 96:3). Así, por medio de Abraham y su descendencia, todas las familias de la tierra serían bendecidas (Génesis 22:18; Gálatas 3:14). Debido a que somos de Cristo, entonces somos la simiente de Abraham (Gálatas 3:29).

Dios nos dio a Su Hijo Jesús para devolvernos el dominio de la tierra después de que lo perdimos ante Satanás en el Jardín del Edén (Génesis 1:26-28; Lucas 4:5-8). Por lo tanto, el hombre necesita orar y liberar el poder de Dios en la tierra rindiéndose al Espíritu Santo y cooperando con Él, trayendo cielos a la tierra y ríos de agua viva.

Entonces, ¿qué debemos hacer para prepararnos para la cosecha? Primero, debemos considerar la condición de nuestro corazón y cómo vivimos nuestras vidas. Un despertar y un avivamiento llegan antes de la cosecha. El avivamiento comienza con nosotros, por eso debemos observar el estado de nuestro corazón. El avivamiento es un compromiso renovado con Jesucristo fortalecido por el Espíritu Santo. Él quiere revivir nuestros corazones y darnos el aliento de Su Espíritu para insuflar vida en nosotros, nuestras familias, ciudades y naciones. El Señor quiere que tengamos corazones sanos para prepararnos para el gran despertar y cosecha de almas que Él está planeando.

La Biblia habla mucho de nuestros corazones. El corazón es el centro de quiénes somos. Se refiere a nuestro espíritu u hombre interior y es el asiento de nuestras palabras, pensamientos y acciones (Proverbios 23:7; 27:19). Nuestras palabras y acciones reflejan la intención de nuestro corazón (Mateo 15:18-20). Debemos guardar nuestro corazón y guardarlo con toda diligencia, sobre todo, porque de él depende el curso de la vida (Proverbios 4:23). De la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34). Por lo tanto, importa lo que creemos y lo que hay en nuestro corazón. La fe cree en Dios y Su Palabra (Hebreos 11:6). Deja que la fe guarde tu corazón. La muerte y la vida están en poder de la lengua (Proverbios 18:21). ¡Él quiere purificar nuestros corazones y bocas!

Debemos tener un arrepentimiento sincero, humildad y alejarnos del pecado. Estos son problemas del corazón. Debemos permitir que Dios revele lo que hay en nuestro corazón que no es agradable a sus ojos y perjudicial para nosotros y nuestra relación con Él. El arrepentimiento significa cambiar de opinión, dejar de seguir tu camino y volverte a Dios, pedirle que te perdone y abandonar tu pecado. Pídele al Espíritu Santo que ilumine tu corazón.

Luego, pídele al Señor que te bautice nuevamente con Espíritu Santo y fuego para consumir todo lo que no le agrada. Es Su Palabra la que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos 4:12). Entonces, debemos dedicar tiempo a la Palabra para que pueda cambiarnos y guardarnos del pecado (Salmo 119:10-11; Romanos 12:2). Sólo el Espíritu Santo puede traer la revelación, mostrarnos cómo aplicar la Palabra de Dios a nuestras vidas y darnos la gracia y el poder para caminar en ella (Salmo 119:11).

Después de arrepentirnos cambiando de opinión y alejándonos de nuestros pecados, el siguiente paso es rendirnos a Él. ¡Rendimos nuestras vidas a Él como Rey de reyes y Señor de señores! Jesús quiere que seamos sus discípulos: que estemos totalmente dentro, que lo abandonemos todo. Entonces podremos entregar nuestros corazones a Jesús como Señor. Hacemos de Jesús el Rey de nuestras vidas al someterle nuestros corazones, voluntades y vidas por completo. La entrega total a Él es morir a uno mismo (Juan 12:20-26), vivir para Cristo y ponerlo a Él en primer lugar como Dios.